sábado, 7 de julio de 2012

La revolución socialista en España y Grecia

España es uno de los eslabones débiles del imperialismo europeo. Este hecho se debe a que el capitalismo monopolista español se desarrolló en un estado de excepción, la dictadura franquista, en lugar de en la plena competitividad y desarrollo propios de las democracias burguesas.

Esto provoca características concretas de la dictadura de la burguesía en España, con un elevado capital financiero y terrateniente monopolistas, junto a un importante capital monopolista dependiente, fruto de la internacionalización del capital que se produce a partir de los años setenta.

Además, tiene como consecuencia el control del sistema de dominación, el Estado, que está en manos de una facción oligárquica, representante de esos grandes capitales monopolistas, pero también defensora del conjunto de intereses de la burguesía.

Es en este contexto, grosso modo, en el que ha estallado la crisis estructural del capitalismo, coyuntura propicia para que se produzca una ruptura social y la dirección de la clase obrera pueda comenzar la construcción del socialismo.

Las dificultades que tenga la burguesía para recomponer su sistema de dominación –como en los años setenta tuvo que cambiar la dictadura franquista por la monarquía parlamentaria- en la actual coyuntura son las que tienen que aprovechar la clase obrera para hacerle frente y disputarle la hegemonía sobre el resto de capas sociales.

No es posible ninguna revolución socialista sin cuestionar el sistema de dominación, sin denunciar el carácter del estado como instrumento de la clase dominante.

Actualmente estamos en un momento de crisis sistémica, lo que supone que el capitalismo tal y como lo concebíamos está agotado, por lo cual debe mediante la crisis recomponerse y fortalecerse para sobrevivir; pero también necesitará un nuevo sistema de dominación institucional, una nueva forma de organizar el estado.

Con el sistema económico e institucional en crisis –lo que provocará luchas entre las distintas fracciones de la burguesía-, lo que decidirá cuál será el nuevo modelo de dominación que surgirá será la correlación de fuerzas entre las clases socialmente enfrentadas.

La capacidad de la clase obrera y el campesinado revolucionario para constituir y dirigir un bloque obrero y popular -junto a los elementos pequeño burgueses y la burguesía no monopolística-, que se enfrente a la oligarquía condicionará el desarrollo de la lucha de clases.

¿Y cómo consigue esto la clase obrera? Transformando la crisis económica en crisis política, y transformando la crisis política en crisis revolucionaria, con la dirección de un Partido de Vanguardia que marque los ritmos de la construcción del socialismo en los momentos adecuados.

Por el momento, la crisis económica todavía no ha desembocado en una crisis política en España, esto es, en una crisis de la hegemonía ideológica del bloque dominante, pero las contradicciones del capitalismo y la crisis pueden provocarlo, al dividirse el bloque burgués de dominación, al estallar las contradicciones entre la burguesía monopolística y la burguesía no monopolística -pues para esta última será una cuestión de supervivencia, para no proletarizarse y desaparecer, enfrentar a la oligarquía e intentar hacerse con el dominio del Estado-.

Grecia, con sus particularidades, es también uno de los eslabones débiles del imperialismo europeo donde la lucha de clases es más aguda. Allí la clase obrera, que ha organizado multitud de huelgas generales ha elevado su nivel de conciencia bajo la dirección de los comunistas, y ha convertido la crisis económica en crisis política. ¿Conseguirán los camaradas pasar a la siguiente etapa para comenzar a construir el socialismo en Grecia? ¿Lograrán descomponer el bloque burgués organizado en torno a Nueva Democracia y Syriza –una vez que el PASOK ha dejado de serle válido-?

¿Y nosotros seremos capaces de analizar las luchas de la clase obrera para llevarlas a un estadio superior y cuestionar el capitalismo y los reformistas? Nos encontramos en un contexto en el que la necesidad de recomposición del sistema de dominación burgués abre la posibilidad de la ruptura social y, por tanto, de la revolución.


Diego Farpón

2 comentarios:

  1. Tengo dudas de que la burguesía no monopolística se enfrente a la monopolística, a la oligarquía pura y dura. Tienen contradicciones, pero nunca serán antagónicas, y las resolverán con acuerdos a base de asfixiar más a los trabajadores.

    Tenemos ejemplos claros en sus hermanos pequeños, los reformistas y pequeños-burgueses de la izquierda capitalista, que ante el "peligro" de proletarización, se derechizan, abrazándose a la burguesía dominante de su territorio, volviéndose reaccionarias, y renegando de cualquier alianza con la clase obrera. Por ejemplo, en Cataluña con ERC y sectores afines, poniéndose al servicio de CiU, o en el País Vasco, con la derechización de la llamada izquierda abertzale, o IU, poniendo el voto obrero conseguido al servicio del PSOE y del sistema.

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  2. ¿Y no llegará el punto en el que la burguesía monopolista no se pueda permitir tener esos acuerdos con la burguesía no monopolista?

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