Artículo de Carles Masip
La incorporación de la lucha por la liberación nacional de los pueblos a la causa de la lucha obrera siempre ha sido una de las puntas de lanza de los comunistas en el combate por la toma revolucionaria del poder. Dos son los ejemplos históricos de la revolución socialista en países multinacionales, aunque bien diferentes los resultados.
Los comunistas consiguieron realizar la revolución en Yugoslavia, con la creación de una República federal que integraba en su seno a seis Estados nacionales. La ligazón del tratamiento del problema sobre la cuestión nacional y la estrategia de construcción del socialismo, es esencial para mantener una correcta línea de actuación, pues son dos elementos que se ligan de manera indisoluble.
A pesar de ser Yugoslavia un Estado multinacional sin el peso abrumador de una única nación grande y desarrollada en detrimento de otras naciones pequeñas y atrasadas (Serbia ha sido considerada a menudo la nación dominante, aunque por tamaño y/o peso económico, Croacia y Eslovenia no tenían nada que envidiar), el desenlace fratricida ha sido uno de los mayores de la historia.
El abandono del marxismo-leninismo como guía principal de dirección por parte del Partido Comunista; las reformas de tipo económico capitalista que introducían la economía de mercado como modelo de producción y distribución de las mercancías; el abandono del monopolio del comercio exterior; el abandono de la planificación central de la economía; en definitiva, todas las medidas que profundizaban en la renuncia del carácter socialista del Estado, favorecieron la progresiva creación de burguesías nacionales y sectores sociales con intereses contrapuestos a los de las demás repúblicas, generando una competencia económica que acrecentó el aceleramiento de la destrucción del socialismo, a la vez que se forjaba así el germen de la liquidación definitiva del sistema socialista y el inicio de las luchas fratricidas que enfrentarían violentamente a través de la guerra a los diferentes pueblos yugoslavos.
Por el contrario, la Unión Soviética, Estado multinacional con multitud de culturas, lenguas, etnias y regiones en su interior; con el peso abrumador de una nación grande y desarrollada –en comparación con muchas de las demás– como era Rusia, se mantuvo firme en la construcción del socialismo durante la mayor parte de su existencia. No renunció a la economía planificada como justo sistema de producción y distribución de las necesidades concretas del pueblo, sin importar la nación o nacionalidad de éste; el mantenimiento del monopolio del comercio exterior como forma de garantizar una intervención justa en la economía internacional y así salvaguardar los intereses económicos de la clase obrera; la ausencia de competencia entre los diferentes entes nacionales a favor de una política económica justa y solidaria; y en definitiva, el mantenimiento característico de los rasgos principales de la sociedad socialista y del marxismo-leninismo como guía ideológico rector, permitieron el buen entendimiento de las naciones y pueblos de la Unión Soviética en justa libertad nacional y social.
A pesar de la degeneración del socialismo en la Unión Soviética en sus últimos años de existencia, gracias al modelo de relaciones de solidaridad internacionalista forjado por décadas de construcción socialista de la sociedad y de existencia de libertades nacionales plenas para los pueblos y naciones que la integraban, los ciudadanos de los pueblos soviéticos se manifestaron en referéndum el 17 de marzo de 1991 claramente a favor del mantenimiento de la URSS en un 76,4% a pesar del boicot al referéndum por parte de algunas repúblicas. La construcción del socialismo representó en la URSS la superación de la cuestión nacional de manera efectiva.
Mientras tanto, los pueblos de Yugoslavia, desviados de la construcción socialista y del marxismo-leninismo, se enzarzaban en una violenta guerra civil sin cuartel por la consecución de sus respectivas “independencias nacionales”. Interesante es aquí resaltar que en el caso yugoslavo todas las naciones que entraron en conflicto lo hicieron contra Serbia –la nación “dominante”– mientras que en la URSS los conflictos nacionales armados se produjeron generalmente en el seno de una misma República entre dos entidades étnicas, nunca –exceptuando el complejo caso de Chechenia– entre una entidad nacional y Rusia.
Aún hoy en día, los pueblos de Yugoslavia restan totalmente divididos y enfrentados entre sí, y las organizaciones revolucionarias no han sido capaces de incorporar la recuperación de Yugoslavia como una consigna real, debido al descrédito que ésta sufrió por su construcción nacional y su destino final. Sin embargo, la mayoría de pueblos de la URSS –a pesar de las políticas de las respectivas burguesías nacionales– siguen en gran medida conservando la fraternidad y la hermandad forjada durante la construcción del socialismo, y los partidos comunistas y las fuerzas revolucionarias pueden situar perfectamente la consigna de la recuperación de la URSS y de la unidad de los diferentes pueblos soviéticos por la construcción de nuevo del socialismo. No es de extrañar que en la URSS los diferentes partidos comunistas nacionales hayan sido capaces de reconstruir incipientemente el PCUS, mientras que para los partidos comunistas de Yugoslavia, esa analogía no es hoy más que una ilusión.
Tomemos pues las lecciones necesarias para no repetir los errores del pasado, y así tener una justa línea social y nacional, que, en su correcta compenetración dialéctica, nos conducirán sin lugar a dudas al triunfo definitivo de la liberación social como clase y nacional como pueblo.
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