/Rafael Poch - La Vanguardia
Casi todo el correo procedente de la Alemania comunista, la RDA, enormes cantidades de correspondencia y paquetes de los países comunistas así como las comunicaciones telefónicas y telegráficas hacia y desde la RDA, e incluso muchas en el interior de la RFA, fueron sistemáticamente intervenidas, censuradas o incautadas durante décadas en Alemania.
Este es el simple e impresionante resultado de la investigación realizada por el historiador de la Universidad de Freiburg Josef Foschepoth, que acaba de publicar un libro titulado Alemania vigilada. El control de correos y teléfonos en la antigua República Federal.
Desde los primeros años de la República Federal Alemana hasta principios de los años setenta “más de 100 millones de envíos postales” procedentes de la RDA fueron confiscados, abiertos y destruidos, explica el historiador en una entrevista con La Vanguardia. Si a eso se le añade lo que hicieron los aliados, se llega a un total de “250 o 300 millones de envíos incautados entre 1949 y 1970”. A ello se suman otros envíos de la propia RFA que eran retirados de la circulación y que se estiman en unos cien mil al año.
“Todo el correo que venía del Este en trenes fue parado, controlado y también destruido, porque se pensaba que contenía propaganda que podía hacer daño a la República Federal”, explica Foschepoth. La intercepción, censura y destrucción afectaba libros, paquetes, cartas privadas y misivas enviadas a diputados del Bundestag, por ejemplo. En esa labor participaron miles de funcionarios de correos, del servicio de aduanas, del ejército, la policía y los servicios secretos, así como jueces y políticos que violaron el artículo 10 de la constitución alemana que establece entre sus derechos fundamentales el de la “inviolabilidad” de las comunicaciones postales, telefónicas y electrónicas.
“El correo era transportado aquí desde el depósito de correos de la estación, cargado en el ascensor y llevado al séptimo piso donde unas 4000 cartas eran separadas diariamente”, recuerda Carl-Henry Dahms, un empleado de correos de Hamburgo en los años sesenta y setenta. “La violación de la ley formaba parte de la rutina del ejecutivo”, contaba siempre con la “lealtad de los funcionarios”, incluidos jueces y fiscales, dice el historiador.
En 2009 Foschepoth descubrió una carpeta con el título Censura de correo durante una investigación en archivos sobre la guerra. “Me sorprendió encontrar un expediente con ese título en un archivo de Alemania occidental, ya que pensaba que la censura del correo solo existía en la RDA”, dice. “Estudié el expediente y eso me llevó a una investigación mayor, desde la creación de la República Federal hasta el año 1990, paré en ese año, pero el asunto continúa”.
Conseguir el acceso a las fichas de los archivos fue un “proceso complicado que me costó año y medio”, explica el historiador. “Durante ese largo proceso me di cuenta de que existen millones de fichas secretas en los archivos”. Al principio Foschepoth estimó en 7,5 millones el número de esas fichas no accesibles, pero la cifra se ha disparado a la medida en que se iban añadiendo más y más archivos, entre ellos el de los servicios secretos (BND), la policía política de “protección de la constitución” (BfV) y el Ministerio de Defensa.
“Solo en el Ministerio de Defensa hay cinco kilómetros de estanterías llenas de documentos secretos, y puede que aún haya más”, explica el historiador, según el cual, “para la historia contemporánea es importante saber que la historia de la República Federal Alemana todavía no se ha escrito”.
Entre 1949 y 1989 la República Federal fue un enorme, eficaz estado policial. “La Alemania controlada deja de ser un tema específico de la RDA para situarse como una cuestión alemana común”, dice Foschepoth, según el cual, “a diferencia del sistema de vigilancia postal y telefónica de la RDA el de la RFA no ha sido investigado y carecemos de una comparación histórica crítica de los sistemas de vigilancia de los dos estados alemanes”.
Con 80.000 empleados en su Ministerio de Seguridad del Estado, la RDA, “tenía una reputación absolutamente justificada de vigilancia y escuchas clandestinas, pero nuestras limitaciones técnicas se encargaban de impedir que pudiéramos igualar a los norteamericanos en ese terreno”, escribe en sus memorias Markus Wolf el ya fallecido jefe del Hauptverwaltung Aufklärung HVA, el espionaje exterior de la Alemania del Este.
Nada ilustra mejor el doble estándar propagandístico en este tema que la meticulosa atención y seguimiento que merece el estado policial en la RDA, a cargo del Bundesbeauftragte für die Unterlagen des Staatssicherheitsdienstes (BStU), la autoridad encargada de ventilar las hazañas de la Stasi, cotejada con el secretismo y la desmemoria que rodean a la situación en el lado vencedor de la guerra fría. Con un presupuesto anual de 100 millones de euros, la BStU organiza más de 750 eventos al año en todo el país, mantiene a 1800 empleados y genera constantemente noticias sobre la vigilancia en la extinta RDA.
”Quien crea que todo eso se acabó con la reunificación de 1990 se equivoca: Alemania era y sigue siendo un estado vigilado”, dice Franziska Augstein, la sagaz columnista del Süddeutsche Zeitung. Un informe de los servicios secretos (BND) de 1996 mencionado por Foschepoth demuestra que el BND intercepta diariamente unos 600 “paquetes” de telecomunicaciones. Tras diversos procedimientos de selección esos paquetes se reducen primero a 45 y así sucesivamente hasta identificar una media de cinco comunicaciones por día. Cada uno de esos paquetes contiene más de 15.000 llamadas, faxes, teletextos, etc., con lo que el número de telecomunicaciones interceptadas supera los 5,28 millones. El control parlamentario de todo eso “es imposible” reconoce Claus Arndt miembro durante treinta años de la comisión de control competente del Bundestag (G-10).
En el curso de una jornada de protesta contra una manifestación nazi que tuvo lugar el 19 de febrero de 2011 en Dresde, la policía interceptó medio millón de llamadas de teléfono móvil para controlar al espectro antinazi de la ciudad sin la menor base jurídica. Eso demuestra que, “el fundamental derecho a la comunicación se pone a disposición de la policía cuando se quiere, lo que es una clara tendencia hacia un estado de vigilancia”, dice Foschepoth.
La Alemania 'libre' de Adenauer
La investigación de Foschepoth abunda en lo ya sabido: que la historia de la Alemania de posguerra aún está por escribir. El autor se pregunta si, “la democracia de Adenauer era un estado liberal moderno“. Mas bien fue un estado autoritario sostenido por una administración llena de ex nazis reconvertidos que mantuvo, por lo menos en los años cincuenta muchos “paralelos” con la RDA estalinista ante la que se presentaba como “mundo libre”. La persecución de la izquierda aporta ejemplos abrumadores a ese respecto.
El recién estrenado documental Verboten–Verfolgt–Vergessen (“Prohibidos, Perseguidos, Olvidados”) de Daniel Burkholz, muestra que la represión política y la caza de brujas fue generalizada y despiadada en la Alemania de aquella época.
En 1950 un decreto de Adenauer decretó la expulsión del servicio público de los miembros de once organizaciones izquierdistas, y de dos nazis. Con la reforma penal de 1951, la llamada ley relámpago, se podía detener a cualquier adversario del rearme alemán que entonces comenzaba.
Entre 1951 y 1968 se emprendieron 200.000 procesos contra comunistas e izquierdistas en Alemania y diez mil personas fueron encarceladas. Por tener libros impresos en la RDA o cantar una canción comunista a favor de la unificación alemana te podían meter 18 meses de cárcel, explica Herbert Wils un veterano que sufrió esa suerte por el segundo motivo. Un joven obrero de 21 años, Philipp Müller fue abatido a tiros por la policía en una manifestación pacifista celebrada en Essen en mayo de 1952.
En 1956 se prohibió el Partido Comunista (KPD) y se criminalizó a amplios sectores de la izquierda, de la socialdemocracia y de la Iglesia. Millones de personas fueron víctimas de seguimientos y prohibiciones para ejercer su profesión por motivos ideológicos. Su vida resultó quebrada y es una historia hoy apenas conocida en el país, cuyas autoridades dedican ingentes cantidades de dinero y recursos a evocar semanalmente hasta el último detalle de la represión política en la RDA.
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