Nuestra elección es por el poder obrero y popular, por el socialismo-comunismo
Resolución de la Conferencia Política del PCM, reunida los días 28 y 29 de Abril del 2012
I.- En México el poder político es el poder de los monopolios, la dictadura de clase de la burguesía.
Además de las condiciones objetivas, el detonante de la Revolución democrática-burguesa que estalló en 1910, fue el fraude electoral en la sucesión presidencial de ese año y el reclamo de democracia. Hay que aclarar que ni antes ni después de la Revolución de 1910 ha habido democracia en México, que el problema de la democracia solo será resuelto con la democracia proletaria. En todo caso, tras la derrota de los ejércitos populares y el asentamiento del gobierno posterior a la revolución, la dictadura de clase del capitalismo, hoy con grados elevados de concentración y centralización, adoptó una fachada democrática para asegurar su dominación y la resolución de contradicciones entre los grupos de la clase dominante.
En éste México del siglo XXI, con un desarrollo capitalista inserto con relaciones de interdependencia en la fase imperialista y ocupando una posición intermedia en la pirámide imperialista, la democracia expresa abiertamente el poder de los monopolios, el poder de la plutocracia, la oligarquía financiera e industrial que configura un sistema político en función estricta de sus intereses, para asegurar la explotación de la clase obrera y de todos los proletarios, de todos los trabajadores de la ciudad y el campo, para despojar a los pueblos indios y sus comunidades de la tierra y el territorio, para expoliar y devastar la naturaleza y los ricos recursos petroleros, minerales, madereros, pesqueros, agrícolas, acuíferos, la biodiversidad; sin importar que el costo sea la extinción de especies de la flora y la fauna, algunas de ellas endémicas, la destrucción de selvas y espacios vitales, sin importar la contaminación de ríos, mares, lagos, lagunas, tierra y aíre.
Durante más de cien años, la burguesía como clase dominante ha venido perfeccionando la así llamada democracia, como un instrumento paraestatal para reproducir sus consensos. El fraude electoral, el asesinato político, la represión, el nepotismo, la imposición, la corrupción, el pragmatismo, el corporativismo han marcado cada proceso para renovar la Presidencia de la República, las cámaras de Diputados y Senadores, los gobiernos estatales, los congresos locales y los ayuntamientos. No han dudado para que inclusive en sus propias esferas, en la cúspide del Estado y del poder político y económico, se produzcan asesinatos que eviten la mínima desestabilización de su dominación estatal.
Al ritmo de la restructuración capitalista para abandonar la gestión keynesiana a favor de la desregulación, la privatización, los acuerdos económicos interestatales (llamados eufemísticamente tratados de libre comercio, como el TLCAN, TLCUE, PPP, etc.) así como otros mecanismos de interdependencia, se vino configurando también el nuevo rostro de la vida política nacional, a partir de la llamada transición democrática, la alternancia y el pluralismo.
La política es un reflejo de la economía, y el mito de la transición democrática es el ropaje adoptado en México por el gatopardismo; la alternancia no fué sino la coartada para proseguir con estabilidad el rapaz ataque a los derechos sociales, sindicales y laborales, los despidos masivos que se produjeron como resultado de la transferencia de industria y empresas del sector estatal de la economía a grupos privados. La tarea del Instituto Federal Electoral (IFE) cumple las funciones de limitar, controlar, legitimar a un grupo de poder ante la burguesía, que mantiene al poder Estatal como un todo, que tiene el monopolio de la violencia organizada. Una ecuación simple: el Partido Revolucionario Institucional fue el garante de la estabilidad en tanto era necesario que el desarrollo capitalista, en su fase inicial de centralización y concentración, se impulsara desde el llamado sector estatal de la economía; al tiempo que se colocan bajo el control de los monopolios privados a ramas de la industria, los servicios y las finanzas, se diversifican las contradicciones que expresan los choques, acomodos y reacomodos de las disputas intermonopolistas que se condensan en las diversas expresiones políticas, esto es, el sistema de partidos políticos registrados ante el IFE, las diversas cabezas de esta moderna Hidra de Lerna.
Estas contradicciones intermonopolistas explican a su vez los matices en los ofrecimientos de los candidatos y la relación entre monopolio y partido. El proyecto de AMLO ofrece el control de las organizaciones populares, así como la diversificación de los mercados con protección a grupos monopólicos con asiento en el país. El PAN busca la continuidad de su proyecto. El PRI pretende la reforma de Estado, ofreciendo la oportunidad de mejores condiciones para asegurar las ganancias de la oligarquía en medio de la crisis. Implícitamente el PRI ofrece también, la posibilidad de interlocución con la diversidad de grupos del narcotráfico.
Ésta denominada real politik emerge a partir de 1988, paralela a la transferencia del sector estatal de la economía a las manos de monopolios privados y toda la modificación legislativa inherente. Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard, Diego Fernández de Ceballos, Jorge Castañeda, Porfirio Muñoz Ledo, Elba Esther Gordillo, tanto desde el Gobierno Federal como desde una simulada sociedad civil, conocida entonces como Grupo San Ángel, fueron impulsores de medidas para excluir cualquier oposición independiente y para impedir que existiera una alternativa representativa de los intereses de la clase obrera. Todos los partidos registrados hoy, expresan los intereses de una misma clase social.
Los partidos políticos registrados (PRI, PAN, PRD, PT, MC, PVEM, PANAL) no expresan la correlación de fuerzas que existe en el marco de la lucha de clases en nuestro país. Representan exclusivamente los intereses de los monopolios y todos suscriben y defienden la continuidad del capitalismo, de la explotación del trabajo asalariado, de la apropiación privada en pocas manos de la riqueza socialmente producida, y la única diferencia que entre ellos puede existir es sobre la gestión. Izquierda, centro o derecha, sólo expresan si la gestión estará marcada por el asistencialismo o por más austeridad. Si las diferencias programáticas son inexistentes, en lo ideológico lo que impera es el pragmatismo y la reducción de lo político a los tiempos electorales.
La mercadotecnia, la manipulación mediática, y la ausencia de cualquier propuesta es lo que predomina en la escena electoral. El 80% del presupuesto para las elecciones va a parar directamente a los medios masivos de comunicación: aquí nos damos cuenta quiénes son los verdaderos beneficiados económicos del proceso electoral.
En la presente sucesión presidencial, entre los tres principales contendientes no hay contradicción sustancial frente a los grandes problemas nacionales y el drama social que enfrenta la familia trabajadora. Para ellos no cuentan los casi nueve millones de desempleados, los diez millones de trabajadores que han emigrado a los EEUU, los 60 millones de mexicanos en situación de extrema pobreza.
Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador, coinciden en lo fundamental: Mantener el TLCAN, los compromisos con el FMI y el BM; en asegurar las condiciones para el desenvolvimiento, la inversión y expansión de los distintos grupos monopólicos; en la regulación de la contradicción capital/trabajo, con soluciones siempre favorables a la patronal, en la promoción de los pactos sociales interclasistas; en la defensa del llamado Estado de derecho, de todos los mecanismos de represión en contra del pueblo y los trabajadores, para preservar el orden. No olvidemos que en el año 2006, los partidos políticos a los que ellos pertenecen suscribieron el Pacto de Chapultepec, un acuerdo programático que no solamente supeditaba sino que disolvía las plataformas electorales propias, por aquélla redactada por las asociaciones patronales y los monopolios, visiblemente capitaneados entonces por Carlos Slim, con un significado evidente: ganara quien ganara en aquellas elecciones federales, fuera Felipe Calderón, Roberto Madrazo o Andrés Manuel López Obrador, todo permanecería tal cual, y cualquier modificación sería consultada con el gran elector.
Erigidos los plutócratas en el gran elector es evidente que la voluntad popular, el sufragio masivo, no cuenta para nada.
Esta democracia burguesa es un fraude de principio a fin; cada uno de sus eslabones es un control para preservar la dictadura de clase, revestida de la cínica apariencia de un régimen de libertades.
1) Sólo son registrados partidos políticos que expresan los intereses de los monopolios, intereses del conjunto de la clase dominante.
2) El máximo objetivo programático de todos ellos es preservar el capitalismo, y sus diferencias no son esenciales.
3) Durante el proceso electoral no buscan el voto popular, sino el beneplácito, la anuencia de la plutocracia.
Durante este proceso se expresan las diversas formas del oportunismo. Por un lado tenemos al oportunismo de izquierda, que infla el impacto de la socialdemocracia en la espera de un fraude para poder montarse en la dirección. Por otro lado tenemos al oportunismo de derecha que busca prebendas inmediatas pero que también impacta en las masas.
Estas formas de oportunismo han construido tres dogmas para apuntalar su política. Uno de éstos dogmas es el llamado “mal menor”. Este dogma pretende disfrazar el contenido burgués de la propuesta de AMLO. Ésto va directamente ligado con la noción de que la política, y por ende la política de clase, sólo puede expresarse a través de las elecciones, sin reparar en las condiciones en que éstas se dan, situando a la socialdemocracia como la mejor de las “únicas opciones”.
Otro dogma es el de elegir al enemigo. Si bien es perfectamente válido aprovechar las contradicciones inter-burguesas para ganar posiciones para la clase obrera, el aprovecharse de la agudización de la contradicción entre burguesía y proletariado debido a la crisis para subordinarla a una contradicción entre dos alas de la burguesía, es invertir este principio. La práctica misma demostró los límites de este tipo de maniobras con la experiencia fallida de preparar el ataque contra AMLO en el 2006.
Un último dogma es que el abstencionismo significa hacerle juego a la derecha. Esta posición de la socialdemocracia trata de combatir nuestra posición reduciéndola a la aparente inmovilidad. Pero nosotros planteamos que el juego electoral no es la única forma de hacer política.
El abstencionismo por principio como política, es decir también como dogma, es una ilusión. Parte desde afrontar las elecciones y no de afrontar a la dictadura de clase, es decir, desde un análisis superficial. Es una ilusión porque no transforma el límite histórico del capitalismo en una realidad política, confunde su deseo con la realidad. Es tan ilusorio como levantar la consigna del comunismo sin explicar cómo avanzar hacia él en cada momento concreto, arrastrándose detrás de la espontaneidad. Esta posición, vacía de contenido, es mantenida por los anarquistas, que igualmente rechazan toda otra forma de lucha política por el poder y otras expresiones políticas pequeñoburguesas. Ni la inmovilidad ni las ilusiones son nuestra opción frente a esta dictadura, nuestra opción es la lucha.
Estos dogmas que levanta la socialdemocracia son asimilados sin crítica, como todo dogma, por diversos sectores tales como sindicatos, organizaciones campesinas, estudiantiles, de comerciantes, organizaciones gremiales, etc. El papel del Partido es combatir, desmontar, estos dogmas. A la par desarrollar nuestra política de alianzas, el Frente Antiimperialista, Antimonopolista, Anticapitalista, que no está determinada por la posición que adoptan estos sectores frente a las elecciones sino por la posición que ocupan en la lucha de clases.
El oportunismo quisiera poder promover estos dogmas y su política en las masas sin tener que lidiar con la intervención de los comunistas. Por ello, no son un factor para dejar de realizar nuestra política entre las masas las cúpulas de dirección que éstas tengan. Construiremos nuestro Frente a pesar y en contra del oportunismo.
Si estos dogmas han podido diseminarse, persistir y renovarse ha sido por la carencia de crítica adecuada, por la debilidad ideológica de las fuerzas revolucionarias de este país, que al carecer del marco teórico marxista-leninista han sido arrastradas por el nacional-populismo, la gestión alternativa del sistema capitalista, etc.
Regresando con el oportunismo de derecha, hay que decir que pese a perder sus prebendas ante el fraude del 2006, cumplió a cabalidad su papel de correa de transmisión entre el Estado y las masas. Por ejemplo, siendo utilizados como elementos de control mediante la repartición de lotes, láminas, placas, despensas, etc.
El oportunismo de izquierda no atestiguó un fortalecimiento de su política con el fraude; lo que vemos es la recomposición de las posiciones oportunistas de derecha. Frente a la improbable radicalización ante un fraude, la labor del Partido sería desenmascarar a las fuerzas políticas de la burguesía y no hacerles el caldo gordo. No se trataría de la defensa del voto sino de luchar por las demandas populares, y para ello hay que crear los comités de defensa de la vivienda, el empleo y la educación.
II.- Los límites de esta “democracia” son los límites históricos del capitalismo. Unas elecciones en tiempo de crisis.
Grandes son los problemas de los trabajadores, de los obreros industriales, de los trabajadores de los servicios, de los trabajadores de la educación, de los trabajadores del campo, de la mujer trabajadora, de la juventud trabajadora, de aquéllos que laboran precariamente, de los trabajadores informales, de los autónomos; grandes son los problemas de los asalariados, pero también de otras capas de la población que como la pequeña burguesía y otras capas medias han sido duramente afectadas por la monopolización de la economía y por la crisis que hoy sufre el capitalismo en todo el mundo.
Al igual que todo capital que circula, en el mercado de la droga se tiende a la concentración y centralización. El mercado ilegal es interdependiente al capital legal, un sector de la burguesía invierte en el otro y viceversa; aunque se complementan, también se contraponen. La falta de mediación legal -que no política en tanto que los Partidos burgueses colaboran con uno u otro cártel- en las contradicciones de estas empresas lleva necesariamente a su resolución mediante la violencia, fenómeno asociado al carácter reaccionario y barbárico del capital en su fase imperialista. La manifestación de ésto tiene un impacto en las masas, inmovilizándolas, y ha servido como excusa para instrumentar una política de terror, militarización, criminalización, etc.
La violenta lucha por el mercado de la droga no es el único problema; el problema del paro, de los despedidos con motivo de la crisis de sobreacumulación y de sobreproducción que hace tambalear al capitalismo; las masas pauperizadas, arrojadas a condiciones miserables de vida, el ataque a las condiciones laborales, la desvalorización del trabajo; el ataque a los contratos colectivos, a los derechos laborales, a la seguridad social, a la educación pública; nada de eso importa para los candidatos presidenciales, Ni siquiera en el discurso. Nada importa la cuestión de los pueblos indios, a pesar del fuerte reclamo por su autonomía, por el reconocimiento de sus derechos y su cultura.
Ni una palabra para romper con la unión estatal interimperialista que se conoce como Tratado de Libre Comercio, cuando su cancelación es una precondición para mejorar las condiciones de vida de la clase obrera y las capas medias y pueblos oprimidos. Ni por asomo hablan de ruptura con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ni de la cancelación de la deuda externa. Ni siquiera pensar en la socialización de los medios de producción concentrados.
No son capaces ni de proponer medidas urgentes como el seguro de desempleo, la escala móvil de salarios, el respeto al fondo de jubilaciones y pensiones. En vez de vivienda para los trabajadores, ofrecen garantías a la especulación inmobiliaria y a los monopolios de la construcción, garantías para el despojo de tierras, rápidas licencias de construcción sin cubrir los requisitos, y sobre todo la protección para que su inversión no esté en riesgo jamás. En vez de salud, ampliar la seguridad social, vemos privatización del IMSS y del ISSSTE. En lugar de preocupación frente a la carestía de la vida todos los privilegios a FEMSA, Wall Mart y todos los monopolios de producción y circulación de bebidas y alimentos, así como un constante aumento de precios. Lo mismo en todo lo que es de interés para los trabajadores y sus familias.
Ninguno de los tres candidatos, y mucho menos el candidato de la mafiosa sindical Elba Esther Gordillo, tiene preocupación por los trabajadores. Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota no ocultan sus vínculos con el capital mientras López Obrador, buscándolos desesperadamente, cuenta al mismo tiempo con respaldo popular y es presentado como la opción de izquierda.
Josefina Vázquez Mota pretende atraerse el apoyo de los sectores oprimidos con mayor atraso de conciencia política, lucrando directamente con su miseria y desesperación. Se presenta como la garantía de preservar los programas asistencialistas, cuando ha sido su Partido el mayor promotor de recortes en estos mismos. Es de una enfermiza contradicción que enarbole la consigna de “economía que genera empleos”, cuando lo que ha caracterizado a la gestión de su Partido ha sido el despido en masa de trabajadores. Uno de sus estandartes es la lucha contra la corrupción sindical. Esto lo hace para movilizar a diversos sectores de la población en su proyecto de masacrar la organización de la clase obrera, buscando solapar y pactar con la misma corrupción sindical. La pretensión es el fortalecimiento de los monopolios, que hundirá más en la ruina a estos mismos sectores. En pocas palabras, Josefina Vázquez Mota propone el suicidio de los sectores que la apoyan.
Enrique Peña Nieto por sí solo no representa una imagen pública, es el proyecto que se encuentra bajo su fachada televisiva quien ostenta los tratos con el capital monopólico, que incluso antes de ejercer como presidente opera desde su mandato como gobernador del Estado de México. Los compromisos pactados durante su campaña con diversas empresas del capital internacional, trabajando en conjunto con el monopolio de la comunicación, proyectando una figura de seriedad frente a los acuerdos que asume. Por una parte el proyecto priísta se muestra como una nueva configuración que intenta atender a las necesidades de la burguesía frente a la crisis y por otro lado mantiene sus viejas prácticas de corporativismo gremial, sindical y campesino; demostrando así la intención y el compromiso de consolidar un gobierno eficaz para contener la cris del capital y reprimir la organización popular.
Varias organizaciones honestas y comprometidas con el cambio revolucionario le dan su apoyo a López Obrador, así como la intelectualidad liberal; el partido en el que él milita es un partido socialdemócrata, afiliado a la Internacional Socialista, que ya tuvo espacios para demostrar su gestión gubernamental en la Ciudad de México y otras entidades importantes, y la semejanza con las gestiones priistas y panistas es casi total. El Partido Comunista de México no asume el fantasma de la “ultraderecha”, que es levantado para forzar la concentración del voto a su favor. Es necesario exhibir la farsa de su aparente honestidad cuando ofrece estatizaciones al pueblo, y al mismo tiempo ofrece todo lo contrario a los grupos monopólicos, el respeto a los tratados internacionales y la defensa de la propiedad monopólica. ¿A quién le está mintiendo?
Si no hay ruptura y desarrollo de una economía popular y un poder popular entonces todo lo demás se reduce a la gestión, al maquillaje del sistema, a la administración de la crisis.
Ruptura con el TLCAN, el TLCUE, ruptura con el FMI y el BM, ruptura con el poder de los monopolios, son las medidas urgentes. Y todo ello está ausente, inclusive en la plataforma de este llamado candidato de la “izquierda”. Ninguno de los candidatos ha diferenciado posiciones en cuanto a la política internacional.
En la experiencia política, en nuestro aprendizaje histórico en el terreno de estrategia y táctica, asumiendo el legado de la Internacional Comunista, en el PCM partimos de que no somos abstencionistas por principio, ni partidarios de las elecciones en todas las circunstancias, sino que analizamos cada situación concreta e intervenimos en función de elevar la conciencia y organización de la clase obrera, de fortalecer al partido comunista y de acumular en la correlación de fuerzas en dirección al derrocamiento del poder de los monopolios, el Estado burgués y con la clara intención de que la clase obrera conquiste el poder.
Independientemente de las formas que adopte la lucha durante la acumulación de fuerzas rumbo al derrocamiento del poder de los monopolios, sí declaramos abiertamente que la vía de acceso al poder para la clase obrera será el ejercicio de la violencia revolucionaria; sin ésta es impensable plantearse la cuestión del derrocamiento y la cuestión de la construcción socialista.
Si bien en el pasado en México existía un marco para intervenir electoralmente, expresando los intereses de los trabajadores, hoy eso está cancelado. La oposición independiente fue definitivamente excluida por esta “democracia”. Hoy, ni el Partido Comunista de México ni ninguna otra fuerza clasista tiene posibilidad de postular candidatos. Tampoco nuestro programa y propuestas, que son los de la clase obrera, están representados por candidato alguno y por el contrario, pensamos que todos ellos expresan intereses antiobreros y antipopulares.
El Partido Comunista de México, su militancia y simpatizantes no votarán por ninguno de los candidatos registrados ni acudirán a las urnas, y considera su deber y acción consecuente el desnudar éste sistema político, denunciar la falsa democracia y promover la ruptura, la insumisión, la insubordinación, la rebeldía y la revolución.
III. Si hay alternativa: el poder popular, el poder obrero.
Desde hace años que las fuerzas sociales reales no tienen más expresiones que en el contexto extraparlamentario. Para nuestro Partido queda claro que la política debe ejercerse y no se reduce a lo electoral, que la solución también es política. Fue con la movilización revolucionaria, independiente y autónoma, con banderas clasistas que los trabajadores confrontaron exitosamente en 1999/2000 la privatización de la electricidad y de la educación superior, agrupados alrededor del SME y del CGH; posteriormente en la misma dirección una batalla exitosa para evitar el despojo de tierras en San Salvador Atenco con el FPDT.
Múltiples experiencias de poder popular como los Caracoles zapatistas, la APPO, Cherán, SICARTSA, Xoxocotla, etc., nos proporcionan el aprendizaje y la convicción de que el pueblo puede construir su poder. El ejemplo de La Otra Campaña demostró que en este país una política rumbo a un levantamiento encontrará apoyo y puede prender, pero es una condición que el Partido de la clase obrera, armado de su teoría, consolide su fuerza y oriente esta política.
Lograr que emerjan todas las manifestaciones de control obrero, de poder obrero; cuyo órgano es la organización por centro de trabajo, y de poder popular es deber del Partido Comunista de México, hasta que la dualidad de poderes haga impostergable el derrocamiento de la clase opresora. Para esto se acercará a todos sus embriones y manifestaciones, apoyando e impulsándolos de manera militante, retomando la experiencia de los soviets, que en un principio no eran bolcheviques.
El accionar del PCM se orienta no para lo que ocurra el 1 de Julio, día de las elecciones, sino para una lucha permanente hasta alcanzar nuestros objetivos. Nuestra orientación principal es conquistar los centros de trabajo para la causa antimonopolista, anticapitalista y antiimperialista; apoyar toda forma de poder popular y fortalecimiento del partido marxista-leninista. Confiamos en que quienes sinceramente aspiran al progreso y el socialismo, y que aún tienen confianza en las instituciones, sabrán bien que éstas son las últimas elecciones posibles, y que habremos de encontrarnos después, sin ilusiones, sin compromiso con ningún partido burgués, en la lucha franca de clase contra clase.
El PCM levanta su plataforma de lucha para el periodo, atendiendo las necesidades inmediatas del pueblo trabajador, una plataforma contra la crisis:
* Ruptura unilateral de todos los tratados económicos lesivos para el pueblo de México, tales como el TLCAN, el TLCUE, el PPP, el ASPAN, etc. Desarrollar con ello todo el potencial productivo de nuestro país.
*Cancelación de la deuda externa y de todos los compromisos adquiridos con el FMI, BM y otros instrumentos del imperialismo.
* Desconocimiento de todas las deudas que se hayan contraído para subsistir o realizar trabajo. Hablamos aquí de la renta, de la hipoteca, de las deudas con las empresas usureras como COPEL, ELEKTRA, FAMSA, etc.
* Garantizar el abastecimiento de alimento a toda la población. Esto significa tomar el control sobre los grandes centros comerciales, bodegas, almacenes, empresas transportistas, procesadoras, productoras de alimento, grandes concentraciones de tierra; es decir los monopolios que lucran con el hambre.
* Creación inmediata de empleos permanentes en los sectores de producción y en el sector social, donde hay un gran vacío, por ejemplo educación y salud.
*Reducción inmediata de la jornada laboral a 35 horas por semana.
*Seguro de desempleo decente para todos los desempleados. Jubilaciones y pensiones aseguradas para la clase obrera.
* Acceso gratuito a todos los servicios de salud para el pueblo mexicano. Esto significa tomar el control de las franquicias de farmacias, las grandes farmacéuticas, hospitales privados, grandes fábricas de instrumental médico.
*Oposición a cualquier intento de desvalorización de la fuerza de trabajo, es decir cualquier intento directo o indirecto para reducir los salarios, recortar las prestaciones, anular los derechos y conquistas, etc.
Éstas son algunas de las medidas de nuestra plataforma.
La única forma realista de conseguir su cumplimiento es deteniendo las agresiones bárbaras y los sacrificios contra nuestra clase y nuestro pueblo, es decir, lesionar los intereses de los monopolios, lo que ningún burgués está dispuesto a hacer. El PCM le dice a los trabajadores y a los explotados que no están de acuerdo con el socialismo, que debemos luchar juntos por esta plataforma, que debemos movilizarnos para exigir que se cumpla, gane o no gane su candidato y desde el primer día. La victoria final no se logrará sin batallas victoriosas.
Simultáneamente con esta campaña política el Partido hará un esfuerzo mayor por visibilizarse y reclutar a los elementos avanzados de la clase obrera. Lo cual no significa entregar sin lucha al resto de la clase obrera a las zarpas de la socialdemocracia. No cabe pensar en una revolución socialista sin un Partido Comunista fuerte.
Reiteramos que no absolutizamos las formas de lucha como el mecanismo para diferenciar reforma de revolución, que no compartimos la disyuntiva de vía electoral o vía armada; que los comunistas estamos convencidos de que todas las formas de lucha, y que su combinación adecuada, acorde a circunstancias concretas, son válidas para conquistar los objetivos de los trabajadores y el pueblo.
Ruptura, poder obrero y popular, derrocamiento de la burguesía, tal es la ruta de la clase obrera para su emancipación, en México.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
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