sábado, 9 de junio de 2012

RESCATE A ESPAÑA

/El País

Habrá vigilancia aún más estrecha y periódica. Vendrán los hombres de negro. La Gran Recesión, la crisis más profunda y prolongada del capitalismo en las últimas décadas, dejará profundas secuelas a su paso por España, que se convierte en la última frontera de la crisis existencial del euro. Cayó Grecia. Cayeron Irlanda y Portugal. Y arrastrada a cámara lenta por una banca que financió la madre de todas las burbujas inmobiliarias, cae España: el Gobierno de Mariano Rajoy, con el presidente desaparecido este sábado, mostró su disposición a pedir el tantas y tantas veces negado rescate de los socios europeos para tapiar el agujero incontenible del sistema financiero. 

El Ejecutivo español recibirá hasta 100.000 millones de euros, el 10% de la riqueza que produce España en un año, en una línea de crédito destinada exclusivamente a los bancos. El Gobierno de Mariano Rajoy capitula así ante las fuertes presiones internacionales, ante el temor a que el sistema financiero español, la política griega o el pánico en los mercados detone una espiral de estampidas bancarias e impagos de países que deriven en una depresión causada por un accidente financiero. Europa trata de poner un dique de contención en España. La respuesta de los mercados llegará tan pronto como el lunes.
No hay comidas gratis: las ayudas europeas son en realidad préstamos para recapitalizar el sistema financiero, que el Tesoro deberá devolver religiosamente, a tocateja. Una vez más, el Estado sale al rescate de la banca. Eso sí: se trata de créditos blandos, en condiciones mucho mejores que las de mercado: en torno al 3%, según fuentes conocedoras de las negociaciones entre España y sus socios europeos (y el Tesoro paga actualmente más del 6% por la deuda a 10 años). A cambio, España perderá soberanía sobre su sistema financiero, pero también cederá soberanía fiscal a la Unión Europea, en contra de lo que explicó este sábado el Gobierno.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, aseguró tajantemente que la única condicionalidad será para los bancos que requieran ayudas. “No habrá ningún tipo de condiciones macroeconómicas o fiscales”, dijo en varias ocasiones en una rueda de prensa multitudinaria, informa Amanda Mars. Pero el Eurogrupo le enmendó la plana: junto a las alabanzas hacia los esfuerzos españoles por abordar sus variados y agudos desequilibrios, el comunicado de los ministros de Finanzas de la zona euro deja claro lo contrario. Europa supervisará con mano de hierro que Madrid continúe por el camino de la consolidación fiscal, las reformas estructurales y del mercado de trabajo. “Revisaremos de cerca y regularmente los progresos en estas áreas”, según el texto.

Margen cero

Se reduce así hasta prácticamente cero el margen del Gobierno para desviarse de las directrices que lleguen de Bruselas. Y las últimas recomendaciones son claras como el agua: embridar el gasto de las comunidades autónomas, elevar el IVA, acelerar la reforma de las pensiones y endurecer todavía un poco más la reforma laboral, entre otros aspectos. El crédito a España, como en el caso de Grecia, Portugal e Irlanda, se concede a plazos: si se incumplen las condiciones, Bruselas cierra el grifo. Además, pese a que la ayuda —a través del fondo de reestructuración de ordenación bancaria, el FROB— está pensada para reflotar a los bancos, el Estado es en última estancia el que se hace cargo de la deuda. “El Gobierno español mantiene toda la responsabilidad de la asistencia financiera”, según los socios de España.

El Gobierno quiere evitar a toda costa dos términos: rescate y condicionalidad. En uno y otro caso se trata de un ejercicio completamente inútil: la palabra “condicionalidad” aparece en ese texto que marcará la política económica de los próximos años, y muy probablemente el futuro político del propio Gobierno. En el caso de la banca, esa condicionalidad será aún más evidente que en el ámbito fiscal: Europa exige que las entidades que necesiten ayudas activen “los planes de reestructuración de acuerdo con las reglas de las ayudas de la UE y los reformas horizontales del sector”.

En plata: venderán oficinas, recortarán personal, se desharán de activos y participaciones empresariales, despedirán a equipos gestores (como ha ocurrido en el caso de la Bankia de Rodrigo Rato), pondrán en marcha nuevas fusiones o incluso podrían verse, en último caso, liquidaciones de alguna entidad. El último jarro de agua fría llega por la intervención del FMI, a lo que el Gobierno se oponía para ahuyentar el riesgo de quedar estigmatizado. Este organismo no será un prestamista más, como lo fue en los casos de Atenas, Lisboa y Dublín, pero sí apoyará y supervisará a las entidades con informes periódicos.

Berlín, la clave

Berlín, Bruselas, el Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional e incluso el Gobierno de Barack Obama se han encargado en los últimos días de estrechar el cerco para que España pida el rescate. Pero Berlín es la clave de bóveda de toda la jugada. Las presiones alemanas para que el Gobierno de Rajoy recurra al fondo europeo tuvieron su punto álgido el miércoles, cuando el Ministerio de Hacienda se mostró favorable a que la intervención se limite al sector financiero. Esta intervención “suave”, concedían, estará sujeta a las normas especiales para rescates bancarios y tendrá así un calado menor que los programas de Grecia, Irlanda y Portugal, informa Juan Gómez.

El viernes, diversas agencias internacionales citaban fuentes europeas para anunciar la conferencia telefónica celebrada por el Eurogrupo el sábado para tratar los pormenores del rescate. La agencia británica Reuters citaba una fuente “del Gobierno alemán”, que oficialmente se ha mantenido cauteloso durante los dos días. Pero si el miércoles los portavoces gubernamentales aún pedían públicamente “esperar a las auditorías” que evalúan las necesidades económicas de la banca, Berlín evitaba el viernes y el sábado cualquier referencia a dichos estudios y remitía a las decisiones de Madrid.

Confusión

La petición de rescate fue la habitual ceremonia de la confusión: Bruselas viene a decir que es España quien lo ha pedido, y Madrid asegura que es la UE quien ha puesto ese dinero a su disposición. Pero según fuentes financieras, puede dar algo de aire a España ante una semana complicada, con las elecciones griegas a la vuelta de la esquina, y las futuras evaluaciones del sistema bancario, que llegarán en unas semanas y podrían haber supuesto un cuello de botella insalvable para España en los mercados. Pero al Ejecutivo le quedan días duros por delante, en los que deberá convencer a los mercados y a los ciudadanos de que el acuerdo es tan positivo como ayer pretendía el titular de Economía.

Guindos se esforzó en recalcar por activa y por pasiva que lo acordado por el Eurogrupo no constituye un rescate, sino un préstamo en “condiciones muy favorables” que tendrá efectos positivos en la economía, porque reforzará a la banca y reactivará el crédito a empresas y familias. Vaticinó que también supondrá un bálsamo para los mercados. Fue más allá incluso al sugerir que en los próximos días, la operación concertada con el Eurogrupo permitirá desinflar la presión sobre la prima de riesgo, el termómetro de la peor crisis económica en más de medio siglo.

Y justificó la ausencia de Rajoy en uno de los días más cruciales en décadas: “Yo soy el miembro del Eurogrupo; el presidente del Gobierno no lo es”. Pero no consiguió disipar algunas dudas acerca de las secuelas de esa decisión fundamental para el devenir de la crisis, de la economía, de la política y de la sociedad española. “¿Si la sociedad no va a sufrir las consecuencias del rescate, como sostiene el Gobierno, por qué no lo pidió antes?”, le preguntó un periodista. “A usted no le toca preguntar ahora”, cerró Guindos.

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