sábado, 11 de agosto de 2012

Las FARC resisten y luchan contra una oligarquía neofascista

En las últimas semanas influyentes medios norteamericanos manifestaron inquietud con la situación político-económica y militar en Colombia, el aliado preferencial de los EEUU en América Latina, presentado habitualmente como el modelo democrático para el Hemisferio.

Para esa súbita preocupación contribuyeron noticias sobre divergencias ahora inocultables entre el presidente Juan Manuel Santos y su antecesor Álvaro Uribe, la denuncia pública del envolvimiento de los generales Santoyo y César Pinzón con la red narco paramilitar, el agravamiento de la crisis económica, los efectos de los Tratados de Libre Comercio impuestos por los EEUU y la Unión Europea, el crecimiento de descontento popular y, sobre todo, una serie de derrotas infligidas por las FARC-EP a fuerzas del Ejército y de la Policía Nacional.

Julio fue un mes desastroso para la oligarquía colombiana y el engranaje del mando de las fuerzas armadas más numerosas y bien equipadas de América Latina (casi 400.000 hombres)

El discurso pronunciado el 22 de Julio por Juan Manuel Santos fue una pieza oratoria que evidencio la descomposición del estado oligárquico. El sucesor de Uribe ya no habla ahora del país paradisíaco que no había sido afectado por la crisis mundial. Sus promesas populistas son cada semana desmentidas por la desindustrialización, los elevados índices de desempleo y de violencia urbana, el aumento de la represión.

Iniciativas de Santos, cómo la tímida reforma tributaria, la “ley de victimas”, la prisión de algunos narcotraficantes y el esfuerzo para normalizar las relaciones con Venezuela, desagradan a Álvaro Uribe y a la mafia narco paramilitar. Pero, en lo fundamental, el actual presidente se presenta como continuador de la llamada política de “seguridad democrática” –el eufemismo que sirve para designar la brutal militarización del país. El sistema mediático, controlado por el Poder no consigue, con todo, ocultar que las cosas están ocurriendo muy mal para la oligarquía. Hasta Facho Santos, un primo del presidente, reconoció en un artículo (en El País, de Cali, 17/07/2012) que en el departamento del Cauca se asiste a una “resurrección de las FARC”. Alarmado, teme ya la atomización de la nación.

En realidad, las FARC-EP estuvieron siempre activas en el Cauca. Pero ahora el gobierno enfrenta allí una situación inédita. Las comunidades indígenas de la región, numerosas, expulsaron unidades militares y destacamentos de la policía de algunos pueblos y la adhesión de jóvenes campesinos e indios a la organización revolucionaria es indesmentible. Obviamente, sin base social las FARC no estarían fuertemente implantadas en el Departamento.

La situación embarazosa oficial es comprensible. Los éxitos de las FARC-EP en el combate al aparato militar-policial ridiculizan el discurso triunfalista de Santos. Ahora el general Miguel Pérez, ex-comandante jefe en el Cauca, ya declaró en una entrevista a un periódico de Cali, que el plan estratégico para la Región es “a largo plazo”. Es útil aclarar que ese plan, intitulado “Espada de la Fuerza de Tarea Apolo”, fue financiado por los EEUU.

De las calumnias a la realidad

La gran Marcha Patriótica, promovida por organizaciones sociales y sindicales y por el Movimiento Colombiano para la Paz, demostró el repudio del pueblo colombiano contra un sistema de poder que, bajo una fachada institucional democrática, actúa como neofascista.

Juan Manuel Santos se enorgullece del papel que desempeñó –con la complicidad de la CIA, del Mossad y del Pentágono- en el montaje de la operación genocida que fue el bombardeo al campamento en Ecuador del Comandante Raúl Reyes. Crímenes como los asesinatos de los comandantes Jorge Briceño y Alfonso Cano son presentados en Bogotá como acciones “patrióticas”, así como el secuestro, en Quito, del comandante Simón Trinidad (después extraditado a los EEUU) y en Caracas del comandante Rodrigo Granda.

La ausencia de respeto por la soberanía de estados vecinos es práctica rutinaria del gobierno de Bogotá. Secuestros y extradiciones sumarias han contado en ocasiones con la colaboración de la policía y del poder judicial de Venezuela. Particularmente chocante fue la prisión en Caracas del periodista Joaquín Pérez Becerra, director de la Agencia Anncol, y su inmediata entrega al gobierno colombiano que lo mantiene hasta hoy encarcelado y amenazado de extradición para los EEUU.

Una campaña de calumnias contra el periodista Dick Emanuelsson, actual subdirector de la misma agencia, precedió amenazas concretas a ese prestigiado intelectual sueco, acusado de solidaridad con “el terrorismo”.

La prisión ilegal en Venezuela, a pedido de Juan Manuel Santos, del cantor guerrillero Julián Conrado suscitó a nivel internacional, como la de Pérez Becerra, una ola de protestas, más fue aplaudida con entusiasmo por la oligarquía colombiana.

La Marcha Patriótica no significó solamente la condena popular de un régimen neofascista por las multitudes que en el participan. Ella viene a demostrar la necesidad de nuevas formas de lucha contra el engranaje político y económico que domina el país.

Las FARC-EP expresan bien esa realidad al defender la creación de un amplio frente de resistencia capaz de unificar en la lucha a las fuerzas que combaten al régimen oligárquico, y movilizar a los trabajadores contra el sistema en grandes acciones de masas.

La leyenda negra, forjada por el imperialismo, que difunde de la guerrilla la imagen de una organización terrorista ligada al narcotráfico, tiene muchas dificultades para la concretización de ese objetivo.

Las FARC son acusadas de radicalismo y el gobierno repite exhaustivamente que su programa es maximalista y utópico. Es falso.

Las FARC-EP defienden la unidad en lucha del movimiento obrero, campesino, de sindicatos, de indígenas, negros, desempleados, mineros, estudiantes, pequeños y medianos empresarios, comerciantes, intelectuales, profesores, partidos y movimientos de izquierda. Y su programa no es radical.

¿Qué pretenden?

En su comunicado del 22 de Julio pasado el Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP sintetizan en un párrafo ese programa:
“Un gobierno democrático, amplio, pluralista podrá, finalmente, cortar las amarras que atan a los colombianos a la horrible noche de la violencia. Posibilitar acuerdos de paz, construir unas fuerzas armadas que defiendan los intereses de todos los ciudadanos y no los de esta casta antipatriótica, materializar una existencia democrática en la cual la voz de las mayorías sea la que determine el camino a seguir, encaminar el país para un desarrollo económico basado en la producción y en el trabajo de todos los colombianos, velar por la salud, la educación, el empleo y el bienestar general, sin favoritismos, entregar la tierra a quien quiera y pueda trabajarla, apoyados en sus actividades y crecimientos, usar los recursos naturales para el bien común, rescatar a nuestras culturas y encontrar solución justa para los más graves problemas sociales.”
¿Por qué recurrieron las FARC-EP a la lucha armada, conscientes de que esa opción solamente es hoy posible en condiciones históricas, geográficas y sociales excepcionales? El Secretario de su Estado Mayor responde:
"Queríamos y soñábamos con un cambio por vías pacíficas y democráticas, pero nos han sido cerradas violentamente una y otra vez desde el gobierno de Guillermo León Valencia. Hoy podemos asegurar que un diálogo lejano y a espaldas del país, como lo pretende Santos, sólo terminará por intensificar más la confrontación. Nuestros sentidos permanecen atentos al avance de la rebeldía y la organización de los de abajo. Con ellos sí estaremos en todos los escenarios a los que los conduzca su accionar por la paz y los cambios. Sean cuales sean los rumbos que el destino depare al esfuerzo por democratizar a Colombia, tan inmensamente renovado y latente hoy, las FARC-EP estaremos siempre al lado de nuestro pueblo. Y venceremos con él, lo juramos."
El lenguaje expresa bien el espíritu de una guerrilla-partido que se declara marxista-leninista, en fidelidad al legado de héroes como Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Raúl Reyes, Jorge Briceño y Alfonso Cano. Una guerrilla que combate desde hace medio siglo contra la oligarquía más reaccionaria de América Latina, aliada al imperialismo.

Vila Nova de Gaia, 10 de Agosto de 2012
Traducción: Jazmín Padilla.

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